Sin la flora intestinal los intestinos serían un tubo inerte y no podrían realizarse todos los fenómenos bioquímicos necesarios para la correcta asimilación y evacuación de lo que consumimos
Una función muy importante de la flora normal, es su capacidad para desdoblar cuerpos grasos, como los ácidos biliares y el colesterol
La bilis transporta toxinas y excedentes hacia el intestino para que sean evacuados, entre dichos excedentes está el colesterol. Para que esta evacuación sea posible, es necesario el trabajo de ciertas bacterias intestinales que lo “digieren” (desdoblan). Si esa población de bacterias no existe o es muy reducida, el colesterol permanece íntegro; debido a ello es reabsorbido por la mucosa intestinal y va rápidamente al flujo sanguíneo.
Ademas, la flora genera un equilibrio dinámico, gracias al cual se evita el desarrollo de enfermedades en el organismo. Si se mantiene la población de microorganismos normales, éstos impiden que pobladores peligrosos (otras bacterias o levaduras) puedan afincarse en el medio y les roben su forma de sustento habitual.
La flora normal genera una especie de cobertura de la mucosa digestiva, cubriendo ciertas porosidades, en las cuales podrían depositarse microorganismos patógenos; con ello están
cumpliendo otra importante tarea de defensa corporal.
Es importante garantizar la supervivencia de los microorganismos que conforman la flora intestinal, a fin que nos proporcionen una serie de funciones (esencialmente enzimáticas) que posibilitan la digestión de los alimentos.
El tipo de alimentación, determinará la calidad de flora que tengamos.
Los microorganismos intestinales se benefician de la presencia de fibra. Nuestra flora benéfica requiere fibra soluble; mucílagos, pectina, alginatos. Fuentes de fibra Soluble son frutas (cáscaras), verduras y específicamente ciertos alimentos como el lino (linaza) y las algas.
Los fluidos digestivos (saliva, jugos gástricos e intestinales) determinan las condiciones para el desarrollo de la flora benéfica e impiden el crecimiento de la flora nociva.
Dos hábitos que atentan en gran forma contra la calidad de dichos fluidos son: la mala masticación y el uso de antiácidos.
Es de fundamental importancia masticar lentamente e insalivar bien
Los alimentos, ya que así se generan sustancias (como la lisozima) con cierto efecto antibiótico contra microorganismos perjudiciales.
Mientras que el uso y abuso de antiácidos estomacales, al disminuir la acidez estomacal, anula esta verdadera barrera contra bacterias indeseables, que luego colonizan los intestinos, convirtiéndose en huéspedes crónicos.
Otro factor que condiciona la flora benéfica es el exceso de proteína. La consecuencia del exceso proteico es el anormal desarrollo de microorganismos de putrefacción, que se nutren básicamente de este tipo de sustancias.
El olor de las deposiciones es el mejor termómetro diario para conocer cómo estamos al respecto: una dieta y, por consiguiente, una flora equilibrada, deben generar evacuaciones sin olor.
La influencia más grave sobre la flora la ejercen los antibióticos, no hay nada más incompatible y agresivo para los billones de microorganismos que pueblan nuestros intestinos, que la diaria ingesta de antibióticos.
Un gran aporte de antibióticos proviene del exagerado consumo de medicamentos. Gran parte de ellos (no sólo antibióticos, sino también antiácidos, laxantes o drogas inmunosupresoras) se consumen por vía digestiva y provocan graves alteraciones en la flora intestinal
Encontramos también antibióticos en los productos animales de cría industrial. Inicialmente se inyectan para prevenir y curar infecciones, causadas por su sistema antinatural de crianza.
Residuos de antibióticos pueden permanecer en tejidos animales hasta 47 días en la zona de inyección y hasta 75 días en ciertos órganos depuradores como los riñones.
Otra dosis importante de antibióticos se usa como prevención en el alimento balanceado de los animales: en estos casos los tejidos se saturan de antibióticos y es más
difícil su eliminación orgánica.
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